Luis Almagro se atrevió por fin a develar el asunto de la insoportable verdad que llevó a nuestro país a la dura crisis que tiene pasando hambre y viviendo en la miseria a millones de venezolanos, mientras otro tanto decidió transformarse en inmigrantes, en el mayor éxodo migratorio sufrido por todo un país durante este siglo.
Almagro logra aclarar la existencia de un “paraestado”, instaurado solo para mantener a Nicolás Maduro como fachada de un gobierno invasor, por encima de cualquier derecho constitucional de nuestros ciudadanos, convertidos en rehénes.
La infiltración de 22 mil funcionarios de la dictadura castrocomunista en puestos estratégicos de poder para mancillar y someter a toda una nación, despojada de sus normas, economía, trabajo, educación, cultura, forma de vida y modo de producción, es sin duda alguna un episodio de guerra moderna, ganada por el intruso cubano.
Hasta ahora ningún país vecino ha puesto sus barbas en remojo.
¿Como hizo este ejército invasor moderno? Primero irrumpió en los sistemas por internet para acceder a los datos privados de los ciudadanos desde las computadoras del Estado, para luego acceder a las cuentas bancarias, eliminando accesos desde fuera, amenazando incluso con disponer de los recursos de quienes tuvieron que abandonar el país.
Los funcionarios castristas tienen acceso a cualquier documento en las oficinas públicas, pueden sembrar (o cambiar), pruebas desde su particular enfoque de justicia.
Son los dueños de los pasaportes, tienen acceso al interruptor de la electricidad desde el Guri, pudiendo dejar cuando se les antoje las ciudades a oscuras.
Eliminaron todo servicio médico y dejaron en la ruina a los hospitales. Cancelaron todas las medicinas. Son los amos de la soberanía alimentaria, se apoderaron de las Fuerzas armadas que ahora son castristas y cubanas con Vladimir Padrino, Ministro de Defensa, a la cabeza. Tienen acceso a todo el armamento de guerra y cuentan para sí con los servicios de inteligencia para espiar y/o
perseguir las voces y acciones disidentes (de protesta, o de resistencia), de los venezolanos en su propio país.
Nuestra Venezuela fue finalmente afectada y sometida, como lo previó Fidel Castro desde hace 57 años.
Ese dictador ha sido el mayor enemigo de la República de Venezuela en 188 años. No obstante, ello nunca ha sido reseñado en ninguno de los libros de nuestra historia.
La guerra de Fidel formó parte de un plan implacable y maquiavélico,
concebido en las entrañas mismas de la maldad del castrocomunismo, de los reductos soviéticos rusos, de sus alianzas con el eje del terrorismo islámico y de la bancada usurera china, para apoderarse de una patria con riquezas inimaginables, habitada por ingenuos nativos que nunca fuimos educados, ni advertidos sobre los verdaderos peligros que atentaban (desde fuera y dentro del país), contra la democracia
y el sentido real de la Patria.
Han sido miles las muertes que se han producido y que han sido echadas al olvido.
Entre 1961 y 1967 miles de venezolanos murieron en defensa de la soberanía, pero se siguió conspirando gracias a una banda de asesinos, y a la ayuda de una montonera de guerrilleros nacionales, que nunca pagaron por sus crímenes, ni por los intentos de magnicidios, o la incursión de armamento para matar a sus mismos connacionales y atacar a la poblaciones rurales.
Un artículo del General Ángel Vivas, publicado en enero del 2011, da cuenta del rechazo de la FAN venezolana ante la invasión impuesta:
“La peor humillación al honor militar venezolano es que ahora se le rinda homenaje a Fidel Castro y a su tiranía aquí mismo, dentro de nuestro propio territorio, donde ellos derramaron la sangre de ese Ejército al que pertenezco, y a los descendientes de quienes la derramaron, a nuestros oficiales y soldados actuales.
Se obliga por orden de quienes debían evitarlo, sus Generales y Almirantes, a gritar el lema de nuestro enemigo, el lema creado en Cuba por el dictador Fidel Castro el 5 de marzo de 1960: ‘Patria, Socialismo o Muerte’.
Es el mismo lema que gritaban los militares cubanos infiltrados en nuestro territorio en los años ‘60, cuando mataban a oficiales y soldados del Ejército de Venezuela, cuando cortaban sus genitales para colocárselos en la boca, cuando abrían con cuchillos sus gargantas para sacar por el orificio sus lenguas a la modalidad de corbata, o cuando asesinaban a nuestros campesinos para infundir miedo y obligarlos a no denunciarlos.
Fueron derrotados militarmente en Machurucuto en 1967 por los temidos ‘Cazadores’ de ese insigne Ejército venezolano, en los inicios de nuestra democracia.
Los traidores venezolanos que ahora gobiernan se sumaron a una pacificación propuesta por Caldera en su primer gobierno que solo sirvió como estrategia para inocular el castrismo soviético al Estado, desde el propio Ejército, con la infiltración de Hugo Chávez y otros árboles torcidos que fueron sembrados en complicidad, para hacer vida desde 1971, durante el primer gobierno de Caldera, en la Academia Militar de Venezuela.
Invitar a Fidel Castro a su toma de posesión de 1989, fue el peor error cometido por el presidente CAP en su segundo gobierno. Lo trajo para hacer las veces de divo de la prensa, pero no contó con que, entre la gruesa comitiva de invitados cubanos, fueron colocados espías infiltrados en los principales barrios de la capital para llevar a cabo el para nada espontáneo “Caracazo” del 27 y 28 de febrero de ese año.
Ese evento, nefasto para el gobierno de CAP, se generó a distancia de menos de un mes de su asunción al poder.
Nadie duda que las dos asonadas de 1992 contra la democracia venezolana llevaron la firma del maligno comandante Castro, gracias a la ambición de colaboradores políticos, empresarios, dueños de medios de comunicación y oficiales que se las jugaron todas como oportunistas en su afán de obtener mayor riqueza y poder.
Eso fue lo que les prometió el mefístoles Chavez: la guerra a muerte contra la República de Venezuela.
Con Chávez en el poder, el sistema castrista se apoderó de Venezuela como una fuerza invasora que logró entorpecer la cotidianidad de los venezolanos desde sus propias oficinas públicas, espiando todos sus movimientos, estudiando la conducta bonachona, parrillera, amante del bonche, el puente, el fin de semana cervecero y la escapada al exterior, cortesía del cupo Cadivi, que mantuvo distraído a una clase media y popular con un fanatismo anormal por un gobierno con fachada regalona que, como caballo de Troya, preparó el golpe de timón y la peor traición contra una nación libre y soberana.
Ninguna nación del mundo ha permitido una felonía tan flagrante de gobierno alguno. Es un autogol, un acto de suicidio colectivo, una enorme estafa piramidal en complicidad con los estafados.
Pero Castro y Chávez lo ejecutaron a la perfeccion y a la vista de todos, promocionando las denominadas Misiones y el tristemente incomparable programa dominical: “Aló Presidente”.
La historia no absolverá a Hugo Chávez, figura irrefutable del acto de entrega de la Patria a estos Piratas del Caribe.
Aún los venezolanos no hemos salido del estupor, pero tampoco hemos entendido lo que está ocurriendo. Acostumbrados a una economía subsidiada por el petróleo y a una gasolina anclada a nimios céntimos, no hay nada que pueda explicar el por qué de tanta maldad. Menos aún, de comprender que el país ha sido atacado infinidad de veces por el eje comunista liderado por los Castro.
MuertosCastro y Chávez, les sobrevive su poderoso sistema.
Ahora con Maduro, y con 22 mil funcionarios cubanos en el poder, el sistema convirtió una de las principales industrias petroleras del mundo, no solo en chatarra para la expansión del castrismo en el resto de América Latina, sino en frente operativo para los negocios del narcotráfico y su lavado de dinero. Así como también ha propiciado la utilización exclusiva de recursos para los intereses de la cúpula terrorista.
Los venezolanos pasan actualmente por la peor (e inimaginable), crisis alimentaria de toda su historia, con una economía destruida y una población desesperada, convertida en esclava de un trabajo que jamás pagará ni la mitad de una cesta de alimentos básicos.
Contemporáneamente muchos miembros de esa población son hoy prisioneros de guerra del G2 cubano en los calabozos del SEBIN.
Un país débil se apoderó de uno más grande, mucho más desarrollado, progresista, y con mayores recursos, a través del psicotrópico populismo ideológico cubano.
Actualmente el muy repelido sistema castrista se mantiene en el poder gracias a la represión y a los recursos cuantiosos de negocios oscuros que forman parte de su agenda secreta.
Sin fuerzas, y rotos, los venezolanos lo han intentado casi todo de forma pacífica para salir de esta guerra INVASORA y violenta: marchas, contramarchas, protestas, tomas de calles, votación masiva, diálogo.
Han caído en engaños, en trampas, han sido asesinados, convertidos en presos políticos, perseguidos, expropiados, despojados de sus bienes, secuestrados, expulsados, pero no han perdido la esperanza de lograr retomar el destino de Venezuela.
Algunos sueñan incluso con una fuerza poderosa que permita sacar a los usurpadores por las buenas, o por las malas.
Pocos lo han entendido, pero multiplicaremos el mensaje y haremos que muchos comprendan la trágica situacion que vivimos.
Es hora de tomar decisiones que nos permitan mirar de frente, a nuestros hijos y nietos, un mañana.
La calma debe determinar e iniciar el camino constitucional, así como las acciones, que esa Constitución permite.
El Tic Tac del reloj está marcando el fin de esta amarga experiencia, pero nada se va a lograr si no perdemos el temor y nos integramos unidos por nuestro país, sin politiqueros que manipulen la idea clara que nos motiva. Nuestros jóvenes están mostrando el verdadero camino democrático, libre y de justicia.
No volvamos a permitir entregar el país a quienes permitieron que sucediera lo que hoy vivimos.
Sería propicio que 25.000.000 de venezolanos leyeran este texto y lo asimilaran, pues así podríamos reaccionar como nuestra Patria requiere y espera. Reenvíalo.
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