Sunday, 9 July 2017

INTERESANTE Y EXPLICITA ANECDOTA DEL 5 DE JULIO DE 2017 EN LA ASAMBLEA NACIONAL

7/7/17 2:06:45 PM: Adelina Rubio: YO ESTUVE EN LA ASAMBLEA EL 5 DE JULIO DEL 2017 “Al trote, al trote”, “Salgan de aquí”, “Bajen la cabeza”, vociferaba un Guardia Nacional Bolivariano mientras corríamos aterradas detrás del cordón que hicieron ellos, nuestros secuestradores, para salir de la Asamblea Nacional luego de haber permitido que nos sitiaran durante más de 6 horas. El vidrio de las botellas que nos lanzaban cruje bajo mis suelas, un cohetón nos amenazaba con su estruendo de fuego, pero no explota, cayeron varias botellas, gritos, odio. Mucho odio. Eran las 6 y 20 de la tarde del 5 de Julio del 2017. Estábamos aterrados. A las 8:30am le escribo a mi mamá para decirle que El Aissami está en la Asamblea Nacional, que si será que vamos a poder asistir al acto conmemorativo por la Declaración de Independencia en el que mi tía Inés Quintero, Directora de la Academia de la Historia, iba a ser oradora la orden. Me responde que Inés ya salió a la Asamblea, que parece que el arbitrario acto oficial se está acabando y que me pasan buscando en 15 minutos. Cuando llegamos, aún había gente vestida de rojo entre las escaleras y el jardín, todo estaba tranquilo, coreaban alguna consigna frente a cámara y respondían mis buenos días con amabilidad. Estábamos maravillados de poder pasar al Salón Elíptico a ver el Acta de Independencia, la partida de nacimiento de nuestro país. Estábamos orgullosos de que Inés fuera la elegida para hablar por la sociedad civil en esa fecha histórica, cívica. Nos daba mucha emoción y fuimos varios de la familia a verla y apoyarla. Estábamos contentos. Entramos al hemiciclo, el discurso de Inés es tan poderoso y contundente como esperábamos. Me esfuerzo en grabarlo entero porque es histórico lo que está sucediendo. Dos veces seguidas se levanta el salón entero en ovación y pierdo la cuenta de cuántas veces la interrumpen para aplaudir. No quepo en mi de orgullo. Mi tía la sabia, la historiadora, la defensora de la República, la representante del civismo. Afuera se escuchan detonaciones unas 5 o 6 veces durante el discurso. Se nota que en la Asamblea están acostumbrados a las perturbaciones externas, uno que otro murmullo, pero todo continúa. Yo me siento nerviosa. Se acaba, aplausos, abrazos, fotos y salimos del salón para ir rapidito al baño e irnos a casa a celebrar en familia. Casi llegando comienza la locura, los gritos de “entraron, no corran, sigan hasta allá”. Me encuentro rostros aterrados que entran al hemiciclo en busca de resguardo, me tiran la puerta del baño en la cara y sigo hasta el salón donde sesiona la Asamblea. Más tarde me entero que en el baño robaron a varias mujeres con pistola. Desde el tercer piso veo la valentía de los diputados que deciden salir a enfrentar a los paramilitares que atacan la Asamblea Nacional. Se aúpan unos a otros, se envalentonan y salen. Regresan varios ensangrentados. Armando Armas grita “vamos, vamos, aquí no se amilana nadie” con la cabeza partida. Cuando todo pasa veo el charco de sangre que dejó Américo de Grazia en el suelo del jardín. Nos esconden en la oficina de Julio Borges en la presidencia de la Asamblea. En el chat de mis amigos se comentan los video de un zurdo diciendo que fueron víctimas de la violencia opositora, que venían a entregar un documento. Como si no hubieran entrado en turba con palos y pistolas en la mano golpeando todo lo que vieron. La mentira como arma. Tengo frío y ansiedad. Me quedo sin batería, Daniel me consigue un cable y recargo el teléfono. Mientras tanto doy vueltas en círculo, veo a Antonio dibujar, me meto en alguna conversación. Comienzo a postear en mis redes parte de lo que viví, recibo mensajes de apoyo, preguntas, solidaridad. Nos asomamos muchas veces a un balcón desde el que vemos al grupo de manifestantes afectos al gobierno que nos matiene ahí sitiados bajo la tutela de la GNB. Me sorprende cuántas consignas tenemos en común, nos gritamos casi las mismas cosas. Cada vez que suena una detonación, celebran dichosos nuestro miedo. Se enfurecen cuando la ambulancia entra a recoger a los heridos y salen. Me sorprende que para ser “pueblo espontáneo defendiendo a la Asamblea tomada por la oligarquía”, tienen tremendo sistema de sonido con el que ponen discursos de Chávez y canciones de su última campaña. Entiendo que hace rato no renuevan su soundtrack, que el chavismo suena anacrónico y que cantar “Oligarcas temblad, viva la libertad” cuando la corrupta cúpula chavista es ridículamente millonaria y el pueblo se muere de hambre y falta de medicamentos, es el absurdo más completo. Siento una enorme tristeza. Pueden ser las 3 de la tarde, Inés y yo estamos sentadas en un sofá de cuero verde de una salita aparte, el techo es alto y hay una enorme ventana de cortinas vino tinto por la que nos asomamos dos veces y vemos unos libritos en chino de la administración anterior de ese recinto. Hablamos largo de asuntos personales, nos sorprendemos de estar ahí aún, elucubramos qué puede pasar, decidimos cuál puede ser el mejor sillón si nos toca pasar la noche y cómo vamos a hacer con el hambre que ya tenemos a esa hora. Unas informaciones dicen que el plan es quitarnos agua y luz, dejarnos sitiados tres días y otras que a las 6 se levanta el “plantón”. La GNB, que a los manifestantes de la oposición nos trata con la saña del gas y los perdigones está ahí sin hacer mayor cosa. Estamos en silencio, mi tía me ve a los ojos y me dice: “Estamos en el ojo del huracán” Comienzo a sentir miedo. Con el avance de las horas, aumentan las detonaciones, la furia, la ansiedad. Bajo a los jardines y hay cientos de personas lanzadas a su suerte por los pasillos de la Asamblea Nacional engañando el hambre con tecitos de malojillo y alguna galletica compartida entre rumores. Una mujer sufre un colapso nervioso frente a las cámaras, me acerco y un peñasco enorme traspasa la “barrera” de la GNB y me cae justo a los pies. Mi tía María Fernanda ya habló con un diputado que promete sacarnos en su carro de ahí cuando se pueda, no lo perdemos de vista un segundo. Nos dice que puede ser a las 6 de la tarde o a las 11 de la noche. La presión internacional ejerce fuerza, se pronuncian varios países y los titulares de prensa condenan el acto violento. Llega a la Asamblea un grupo nuevo de GNB, pero esta vez tienen equipos anti motín. Todo parece indicar que la orden de dejarnos secuestrados se levanta y la nueva orden es sacarnos de ahí . Siento una rabia que me carcome el estómago. “Busca tus vainas y vente, puede que salgamos pronto”. Mientras escribo esto el terror se apodera de mi cuerpo pequeño como si lo viviera otra vez. Nos amontonamos cerca de la entrada, afuera hay gritos odio y detonaciones, en el medio la GNB con trajes de robocop, cascos y escudos, adentro los diputados, la prensa, el personal de la Asamblea aún con palos en la mano por si acaso se vuelven a meter, nosotros los invitados al acto. La tensión se podía cortar con cuchillo. Se me remueven las entrañas, recuerdo que la última vez que tuve que escaparme así fue cuando los chavistas invadieron la casa de mis abuelos en Caruao y amenazaron con quemarla con ellos adentro. Esa vez la GNB cerró la vía por la Guaira para nosotros sacarlos por Higuerote. El terror de la injusticia. El dolor de enfrentarse al odio. Decido rezar, me hablan y yo no puedo analizar nada, esto es visceral. Rezo. Rezo avemarías, padres nuestro, lo hago sin disimulo pero en voz baja. Lloro también, no me puedo creer esta situación. Inés sale con Rogelio adelante en un primer grupo, tras ello nos echan a todos para atrás y mi madre y yo entramos en pánico de que pudiese pasarle algo. Mi tía María Fernanda es el aplomo, mi tío Antonio la solidez, me abraza. Hablamos con Roge, están bien. Se moviliza otra vez la tanda de salidas, nos organizan en grupos de diez, todo es muy confuso. Se da la orden, se escuchan gritos afuera, se acercan los gritos y estamos en la calle. Un cordón de guardias nacionales nos separa de una turba fanática que nos mataría a palo si pudieran, nos lanzan botellas, el vidrio me cruje bajo las suelas de mis zapatos, un cohetón nos roza las piernas, huele a pólvora, hay humo, hay fuego, otra botella nos cae al lado, nos gritan que corramos, que bajemos la cabeza, yo empujo a mi mamá hacia delante para que corra, Antonio me tiene agarrada de la mano, finalmente entramos al edificio donde está la sede administrativa de la Asamblea y el carro que nos va a sacar de la pesadilla. Nos montamos diez personas aterradas en un carro, lucho contra la claustrofobia, arrancamos por la entrada y poco después estamos a salvo. No entiendo nada, estoy a salvo y no paro de temblar. La avalancha de cariño intenta salvarme de la ola de odio que acaba de ahogarme el alma. Mis vecinos cacerolean frente al balcón, lo siento una serenata de solidaridad y me les uno. Gabo me espera con abrazos, alivio y comida. Yo estuve en la Asamblea Nacional el 5 de Julio del 2017 y ante la barbarie puede ver también el civismo, pude ver la valentía, el aplomo, la fuerza, la solidaridad y la dignidad de todo el que trabaja en ese recinto. También vi y viví el odio, el abuso de poder, la mezquindad y la rabia. Cierro con una frases del discurso de mi tía Inés Quintero durante el acto conmemorativo de nuestra Independencia: “Ya va siendo tiempo de eliminar la presencia de las Fuerzas Armadas en la conmemoración de este hecho memorable de nuestra historia y de nuestra vida republicana y comenzar a pensar en la posibilidad de convertir el 5 de julio en una gran fiesta ciudadana.”

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