(ARTÍCULO DE GUSTAVO CORONEL)
De la generación del 28 al chavismo / madurismo: la
trágica involución del izquierdismo venezolano
Muchos de los venezolanos demócratas de ayer son los colaboracionistas de la dictadura de hoy. Sin embargo, el proceso de su transformación ha sido lento, insidioso. Muchas de sus entregas han sido tan leves y aparentemente aceptables que, al verse en el espejo, les parece que nada ha cambiado. No se dan cuenta, como le sucedía a Dorian Gray al ver su retrato, de la nueva pequeña mancha de sangre en el traje, de la arruga cruel en la cara que no estaba allí ayer.
El punto de partida de la progresiva prostitución de estos grupos fue inocente, como suele ser el caso. Fue la creencia, en la Venezuela del siglo XX, que “todos somos de izquierda”. Fue la Venezuela de la generación de 1928, la Venezuela republicana / anti-franquista de la Guerra Civil Española, la Venezuela de “El Morrocoy Azul”, la Venezuela que generosamente dio dinero a manos llenas para los castristas de la Sierra Maestra, la Venezuela del Ateneo, de Aquiles Nazoa, de Miguel Otero Silva y de la república del Este……
En esa Venezuela ser de izquierda era lo elegante, lo imperativo. El ingenio, el humor, la inteligencia, la generosidad, todo parecía estar del lado de la izquierda, mientras la derecha era vista como la cueva de Franco, de Gómez, de los que le cayeron a golpes a Leoncio Martínez, de la gente aburrida que permanecía fiel a sus cónyuges cuando en la izquierda no existía la gazmoñería.
La izquierda venezolana de mucho del siglo XX fue la del talento avivado por el alcohol, libre de prejuicios burgueses. Por supuesto, concentraba sus protestas en contra el imperialismo estadounidense, el sistema que mantenía en el poder a sus dictadores predilectos, todos de derecha: Trujillo, Somoza, Pinochet, Batista o Castillo Armas. Tan pronto tuve uso de razón, creciendo en esa Venezuela, leí al Morrocoy Azul donde escribía mi tío Manolo, quien firmaba Anésimo Onato, leí las novelas de Otero Silva y protesté contra la intervención de los “marines” en nuestros territorios latinoamericanos. En la casa de Catia de mi tía Margot, activista del partido Comunista, disfruté de las anécdotas de mi tío Víctor, veterano de la guerra civil española y del humor de Aquiles Nazoa.
Sin embargo, no estaba yo destinado a ser izquierdista. Mis padres eran gente de centro y se acercaban más a Rómulo Betancourt, a Jóvito Villalba o a Arturo Uslar Pietri que a los hermanos Machado. Esa influencia de mis padres y de mis maestros del Liceo “San José” de Los Teques me fue alejando de la izquierda.
Creo que ello fue en buena hora porque la reacción de la izquierda contra lo que consideraba, frecuentemente con razón, los abusos de poder de USA, nos fueron llevando a la Argentina de Perón y de Evita, al Perú de Velasco Alvarado, a la Cuba de Fidel Castro, a la Nicaragua de los hermanos Ortega, y a la aparición de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Lula da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Néstor Kirchner en Argentina, José M. Zelaya en Honduras, Fernando Lugo en Paraguay, el Frente Farabundo Martí en El Salvador, Ollanta Humala en Perú y Andrés López Obrador en México. El péndulo político de América Latina fue pasando del extremo derecho al extremo izquierdo sin detenerse en el medio.
El impacto de este cambio sobre la gente venezolana que ya arrastraba grandes afinidades con la izquierda hizo que vieran a este nuevo contingente como “los buenos”. Esencialmente vieron la aparición de este grupo como la oportunidad de oponerse al “imperialismo” estadounidense. El líder del grupo, Fidel Castro, fue idolatrado por la izquierda latinoamericana, a pesar de ser un cruel dictador, autor directo o indirecto de la muerte de miles de cubanos y de intentos de subversión armada en varios países de la región, incluyendo al nuestro.
Esa idolatría estuvo ilustrada por la carta a Fidel Castro con motivo de su visita a Venezuela en 1989. Casi mil intelectuales y políticos venezolanos firmaron esa carta, la cual decía:
“El Nacional, febrero de 1989
Nosotros, intelectuales y artistas venezolanos al saludar su visita a nuestro país, queremos expresarle públicamente nuestro respeto hacia lo que usted, como conductor fundamental de la Revolución Cubana, ha logrado en favor de la dignidad de su pueblo y, en consecuencia, de toda América Latina…. afirmamos que Fidel Castro, en medio de los terribles avatares que ha enfrentado la transformación social por él liderizada y de los nuevos desafíos que implica su propio avance colectivo, continúa siendo una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza, la de construir una América Latina justa, independiente y solidaria…”.
Los firmantes de esta carta se decían demócratas, lo cual era una clara muestra de cómo el proceso de prostitución ideológica de parte de la clase política venezolana los había conducido, sin darse cuenta, a divorciarse de los valores fundamentales que habían comenzado defendiendo años atrás.
Hoy, con los dictadores Castro y Chávez ya muertos, siguen aferrados a los restos de esa ideología prostituida, siguen llamándose de “izquierda”, aún dicen ser progresistas y demócratas, aunque han terminado colaborando con una brutal dictadura. Le permitieron a Chávez sus abusos y su corrupción porque se manifestaba como líder de una cruzada regional en contra del “imperialismo” estadounidense. Ahora se han convertido en colaboracionistas del régimen de Nicolás Maduro, porque este régimen se aferra a la confrontación con los Estados Unidos, como la única bandera que le queda al cadáver andante del fascismo que fuera propugnado por Ceresole y adoptado por Chávez. En nombre de esa bandera han sacrificado los valores y principios que dijeron algún día defender y cierran los ojos frente a la tragedia venezolana. Algunos de quienes transitan ese camino de indignidad han aprovechado – ¿por qué no? - para enriquecerse.
Hoy este izquierdismo extraviado pide, con total descaro, una salida “pacífica” que garantice impunidad a los miembros de la pandilla que arruinó a Venezuela. Sus integrantes se fueron prostituyendo y hoy están chapoteando en el mismo pantano moral junto con Maduro y su pandilla
Muchos de los venezolanos demócratas de ayer son los colaboracionistas de la dictadura de hoy. Sin embargo, el proceso de su transformación ha sido lento, insidioso. Muchas de sus entregas han sido tan leves y aparentemente aceptables que, al verse en el espejo, les parece que nada ha cambiado. No se dan cuenta, como le sucedía a Dorian Gray al ver su retrato, de la nueva pequeña mancha de sangre en el traje, de la arruga cruel en la cara que no estaba allí ayer.
El punto de partida de la progresiva prostitución de estos grupos fue inocente, como suele ser el caso. Fue la creencia, en la Venezuela del siglo XX, que “todos somos de izquierda”. Fue la Venezuela de la generación de 1928, la Venezuela republicana / anti-franquista de la Guerra Civil Española, la Venezuela de “El Morrocoy Azul”, la Venezuela que generosamente dio dinero a manos llenas para los castristas de la Sierra Maestra, la Venezuela del Ateneo, de Aquiles Nazoa, de Miguel Otero Silva y de la república del Este……
En esa Venezuela ser de izquierda era lo elegante, lo imperativo. El ingenio, el humor, la inteligencia, la generosidad, todo parecía estar del lado de la izquierda, mientras la derecha era vista como la cueva de Franco, de Gómez, de los que le cayeron a golpes a Leoncio Martínez, de la gente aburrida que permanecía fiel a sus cónyuges cuando en la izquierda no existía la gazmoñería.
La izquierda venezolana de mucho del siglo XX fue la del talento avivado por el alcohol, libre de prejuicios burgueses. Por supuesto, concentraba sus protestas en contra el imperialismo estadounidense, el sistema que mantenía en el poder a sus dictadores predilectos, todos de derecha: Trujillo, Somoza, Pinochet, Batista o Castillo Armas. Tan pronto tuve uso de razón, creciendo en esa Venezuela, leí al Morrocoy Azul donde escribía mi tío Manolo, quien firmaba Anésimo Onato, leí las novelas de Otero Silva y protesté contra la intervención de los “marines” en nuestros territorios latinoamericanos. En la casa de Catia de mi tía Margot, activista del partido Comunista, disfruté de las anécdotas de mi tío Víctor, veterano de la guerra civil española y del humor de Aquiles Nazoa.
Sin embargo, no estaba yo destinado a ser izquierdista. Mis padres eran gente de centro y se acercaban más a Rómulo Betancourt, a Jóvito Villalba o a Arturo Uslar Pietri que a los hermanos Machado. Esa influencia de mis padres y de mis maestros del Liceo “San José” de Los Teques me fue alejando de la izquierda.
Creo que ello fue en buena hora porque la reacción de la izquierda contra lo que consideraba, frecuentemente con razón, los abusos de poder de USA, nos fueron llevando a la Argentina de Perón y de Evita, al Perú de Velasco Alvarado, a la Cuba de Fidel Castro, a la Nicaragua de los hermanos Ortega, y a la aparición de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Lula da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Néstor Kirchner en Argentina, José M. Zelaya en Honduras, Fernando Lugo en Paraguay, el Frente Farabundo Martí en El Salvador, Ollanta Humala en Perú y Andrés López Obrador en México. El péndulo político de América Latina fue pasando del extremo derecho al extremo izquierdo sin detenerse en el medio.
El impacto de este cambio sobre la gente venezolana que ya arrastraba grandes afinidades con la izquierda hizo que vieran a este nuevo contingente como “los buenos”. Esencialmente vieron la aparición de este grupo como la oportunidad de oponerse al “imperialismo” estadounidense. El líder del grupo, Fidel Castro, fue idolatrado por la izquierda latinoamericana, a pesar de ser un cruel dictador, autor directo o indirecto de la muerte de miles de cubanos y de intentos de subversión armada en varios países de la región, incluyendo al nuestro.
Esa idolatría estuvo ilustrada por la carta a Fidel Castro con motivo de su visita a Venezuela en 1989. Casi mil intelectuales y políticos venezolanos firmaron esa carta, la cual decía:
“El Nacional, febrero de 1989
Nosotros, intelectuales y artistas venezolanos al saludar su visita a nuestro país, queremos expresarle públicamente nuestro respeto hacia lo que usted, como conductor fundamental de la Revolución Cubana, ha logrado en favor de la dignidad de su pueblo y, en consecuencia, de toda América Latina…. afirmamos que Fidel Castro, en medio de los terribles avatares que ha enfrentado la transformación social por él liderizada y de los nuevos desafíos que implica su propio avance colectivo, continúa siendo una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza, la de construir una América Latina justa, independiente y solidaria…”.
Los firmantes de esta carta se decían demócratas, lo cual era una clara muestra de cómo el proceso de prostitución ideológica de parte de la clase política venezolana los había conducido, sin darse cuenta, a divorciarse de los valores fundamentales que habían comenzado defendiendo años atrás.
Hoy, con los dictadores Castro y Chávez ya muertos, siguen aferrados a los restos de esa ideología prostituida, siguen llamándose de “izquierda”, aún dicen ser progresistas y demócratas, aunque han terminado colaborando con una brutal dictadura. Le permitieron a Chávez sus abusos y su corrupción porque se manifestaba como líder de una cruzada regional en contra del “imperialismo” estadounidense. Ahora se han convertido en colaboracionistas del régimen de Nicolás Maduro, porque este régimen se aferra a la confrontación con los Estados Unidos, como la única bandera que le queda al cadáver andante del fascismo que fuera propugnado por Ceresole y adoptado por Chávez. En nombre de esa bandera han sacrificado los valores y principios que dijeron algún día defender y cierran los ojos frente a la tragedia venezolana. Algunos de quienes transitan ese camino de indignidad han aprovechado – ¿por qué no? - para enriquecerse.
Hoy este izquierdismo extraviado pide, con total descaro, una salida “pacífica” que garantice impunidad a los miembros de la pandilla que arruinó a Venezuela. Sus integrantes se fueron prostituyendo y hoy están chapoteando en el mismo pantano moral junto con Maduro y su pandilla
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